6 abr 2009

los beneficios de nacer por parto

Los beneficios de nacer por parto

El vocablo parto proviene del latín “Partus” y se define como el proceso mediante el cual el producto de la concepción y sus anexos son expulsados del organismo materno a través de la vía genital, y se admite como parto cuando la mujer cuenta con un embarazo mayor de 20 semanas y el feto un peso mayor a los 500 grs.

La reproducción de la especie humana desde sus inicios, se realizó de la forma que la conocemos hoy y por ello, el parto era comprendido como un fenómeno natural. A lo largo de la historia, se cuenta con

verdaderos tratados médicos que hablan de Ginecología y Obstetricia, describiendo cada vez con más exactitud el mecanismo de dicho acontecimiento.

También es un hecho que en las diferentes culturas, ya sea hindú, egipcia, griega, romana o china, se habla de otra forma de nacimiento, a la que llamaron operación cesárea, realizada cuando la madre había fallecido o se encontraba a punto de morir, en un intento por salvar al producto y que consistía en

realizar un corte a través de la pared abdominal (del latín“caedere”, cortar) y que quizá es la más antigua de las operaciones. Sin embargo, esta práctica en una mujer viva se describió hasta el siglo XVI, y a partir de entonces ocupa con mucho el primer término de las operaciones quirúrgicas obstétricas.

¿Cuáles son los beneficios o los riesgos para el producto de una u otra forma de nacimiento?

Porque está muy claro que la forma natural de nacimiento es el parto, y que la operación cesárea se debería de realizar únicamente cuando la primera no es posible (indicaciones absolutas y relativas). En otros términos, la cesárea debiera ser un método de excepción para reducir la morbi/mortalidad perinatal, y no está sucediendo así. La cifra estadística muestra un rápido incremento en la frecuencia de cesárea, siendo una de las justificaciones, la disminución progresiva en la mortalidad perinatal, lo cual resulta aún controvertido. Baker y D’Alton reportan que el riesgo de muerte materna por cada cien mil nacimientos fue de 22.3 para cesárea y 10.8 para nacimientos por vía vaginal, aunque se redujo a 5.8 por cada cien mil cuando la muerte fue directamente atribuible al acto quirúrgico. En cuanto a mortalidad neonatal, ésta se ha reducido de 23/100 en 1964 a 16.3/1000 en 1975 y a un 2.2 a 15% en la actualidad, dependiendo del tipo de estadística analizada, si es corregida o no, la clase de pacientes que comprende la indicación, si son cesáreas de urgencia o programadas, si es el producto es de término o no, etc.

Igualmente también depende de la institución hospitalaria en donde se lleva a cabo la cirugía, el equipo con el que cuenta, la capacitación del personal, etc.

Así pues, podría pensarse que mueren más niños de los nacidos por vía abdominal que por vía vaginal. Sin embargo, debemos de tomar en cuenta que en la cesárea hay un padecimiento que indica la cirugía y que sin duda actúa desfavorablemente sobre el feto.

¿Cuál es el beneficio del parto para el recién nacido?

El proceso de trabajo de parto favorece que el recién nacido haga una rápida transición desde su dependencia con la placenta para el intercambio gaseoso, a una total realización del mismo con su propio sistema respiratorio, dándose varios cambios en forma simultánea en el parto en sí. Para comprender mejor esto, recordemos la fisiología respiratoria y circulatoria de la vida intrauterina. En ésta última, los sacos alveolares se encuentran llenos de líquido pulmonar y los vasos capilares pulmonares llevan poca sangre por encontrarse parcialmente cerradas las arteriolas, lo cual hace que una gran cantidad de sangre se desvíe a través del pulmón y del conducto arterioso.

Durante el paso del neonato a través del canal vaginal, se inicia la eliminación del líquido pulmonar.

Al nacimiento, diversos estímulos bioquímicos, térmicos, tactiles, provocan la primera respiración, al igual que la oclusión del cordón umbilical. Ésta inspiración lleva aire a los sacos alveolares, que se mantienen insuflados gracias a la presencia del surfactante. Así pues, se expande el lecho vascular pulmonar y sale el líquido pulmonar restante al sistema linfático. Las arteriolas se abren, favoreciendo el paso de la sangre a través del sistema vascular pulmonar y con ello el cierre fisiológico del conducto arterioso que comunicaba a la aorta con la arteria pulmonar y separando circulación derecha e izquierda.

Cuando éste proceso no ocurre o se ve interrumpido, produciéndose hipoxemia, se mantiene éste conducto arterioso permeable y puede acompañarse de vasoconstricción pulmonar, dando origen a cortocircuito venoso-arterial. En esto se basa el síndrome de dificultad respiratoria que puede ser solo un retraso en la adaptación cardiopulmonar, o taquipnea transitoria del recién nacido. Este síndrome se presenta en alrededor del 25% de los niños extraídos por cesárea, es decir en 1 de cada 4 cirugías. De ellos, muere uno de cada quince (6.8%)

Un aspecto importante que se ve favorecido en el nacimiento por parto, es el apego materno- infantil temprano. La primera hora del recién nacido es indudablemente una de las fases más criticas de su vida, teniendo un papel preponderante en ella las hormonas circulantes como oxitocina, prolactina, endorfinas, adrenalina, etc., que permiten que en este “período sensible”, desde el punto de vista etológico, se lleve a cabo un intercambio gratificante de sensaciones y actitudes entre la madre y el hijo. En dicho periodo, se mantiene el alerta y el contacto visual, así como el físico piel a piel.

También es posible iniciar la lactancia natural aprovechando el reflejo de succión del recién nacido y el de eyecciónláctea de la madre. Se ha documentado que esta práctica influirá en la duración y éxito del amamantamiento.

Finalmente, no hay que perder de vista que el cuidado perinatal se debe de centrar en las familias y debe dirigirse no solo a las necesidades de la mujer y de su hijo, sino también de su pareja, favoreciendo la atención integral en cuanto al aspecto intelectual, emocional, social, y cultural, y no solo al biológico, tal y como lo promueve la OMS.

La meta por lograr que el nacimiento humano sea por parto en 85% a 95% de los casos y solo en 5% a 15% por cesárea, se ve lejana en nuestro mundo actual, donde el uso excesivo de tecnología, o la aplicación de tecnología sofisticada es el común, aún cuando procedimientos más simples suelen ser suficientes o superiores.

Dr. Juan José Almaraz Navarro, médico pediatra

www.partolibre.com.mx

1 abr 2009

En defensa del PVDC: crítica a la investigación actual

En defensa del Parto Vaginal Despues de Cesárea (PVDC): crítica de la investigación actual

Autor: Jill MacCorckle

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Aunque realmente el estudio no ha aportado apenas información nueva y se basa en una discutible recolección de datos, los medios de comunicación locales y nacionales -e incluso algunos médicos- han afirmado que muestra un mayor riesgo de rotura uterina que el citado en trabajos anteriores. Los titulares de prensa de todo el país han sugerido que la investigación respalda la repetición de la cesárea en lugar de un PVDC, y un número creciente de médicos opina que la cesárea es tan segura o más que un parto vaginal.

El número del 5 de julio de 2001 del New England Journal of Medicine incluía un trabajo de Mona Lydon-Rochelle et al.1 acompañado de un editorial del médico Michael F. Greene,2 que han suscitado mucha atención en los medios de comunicación, generando discusiones sobre los riesgos de un parto vaginal después de una cesárea (PVDC).

Pero no nos quedemos en la superficie: lo que los médicos están admitiendo inadvertidamente es que su abuso de intervención médica en los nacimientos ha conseguido que un parto vaginal normal tenga tanto riesgo como una operación de cirugía mayor. Una crítica cuidadosa expone las limitaciones tanto del estudio como del actual modelo médico del nacimiento, planteando la cuestión de si dicho modelo tiene todavía alguna credibilidad para las mujeres embarazadas.

Los resultados del estudio

En el trabajo se combinaron los datos de los certificados de nacimiento del estado de Washington con la información extraída de las altas hospitalarias en los años 1987 a 1996, con objeto de examinar la incidencia de rotura uterina en cuatro grupos de mujeres: aquellas a las que se les programó la repetición de la cesárea (ERCS, elective repeat cesarean section) sin ponerse de parto (n=6980), aquellas que intentaron el PVDC, iniciándose éste de manera espontánea (n=10789), aquellas cuyo parto fue inducido por métodos no prostaglandínicos (n=1960), y aquellas cuya inducción incluyó prostaglandinas (n=366). La tasa de rotura uterina para las mujeres que se sometieron a una cesárea programada fue del 0,16% (11 de 6980). Para las mujeres que se pusieron espontáneamente de parto (SOOL, spontaneous onset of labour), la tasa fue del 0,52% (56 de 10789); con inducción no prostaglandínica la tasa fue de 0,77% (15 de 1960) ; y para mujeres cuyo parto se indujo con prostaglandinas la tasa fue de 2,45% (9 de 366).

Ninguna de estas tasas difiere significativamente de las encontradas en trabajos previos. De hecho, la tasa de rotura entre mujeres que intentaron el parto fue más baja que la sugerida por varios estudios recientes. La tasa para todas las mujeres que intentaron el PVDC fue de 0,6%, lo que se sitúa en el extremo inferior del rango de 0,2-1,5% citado por el American Collegue of Obstetricians and Gynecologists (ACOG) en una revisión bibliográfica de sus directrices para la práctica de PVDC.3 Tasas de rotura entre 0,5 y 1% han sido utilizadas en el pasado como un prueba de la relativa seguridad de los PVDC; aquellos que usan ahora estas mismas tasas para sugerir que el PVDC tiene demasiados riesgos están utilizando prestidigitación estadística con el propósito de limitar el acceso de las mujeres a los PVDC. Los motivos de esta manipulación se discuten en las conclusiones de este artículo.

Por supuesto que no es nuevo que la repetición de una cesárea no protege completamente a una mujer del riesgo de rotura uterina. Es la cesárea previa, no el PVDC, lo que expone a la mujer y al feto al riesgo de una rotura. La cicatriz de una cesárea anterior también predispone a la madre y al feto a otras complicaciones obstétricas que raramente se ven en mujeres con el útero intacto. Los médicos saben bien que una cesárea proyecta una larga sombra sobre el resto de la vida reproductiva de una mujer, ya que puede afectar a la seguridad y la salud tanto de ella misma como de su hijo no nacido. El porcentaje de cesáreas, que en 1997 empezó a subir de nuevo tras casi una década de declive, alcanzó en el año 2000 el 22,9%, lo que supone un incremento del 11% sobre los 4 años anteriores y la tasa más alta registrada desde 1989.4 Claramente, los médicos no están haciendo lo suficiente para reducir el número de cesáreas innecesarias (que se estima -calculando por lo bajo- en un 50% de todas las cesáreas realizadas, aproximadamente 500.000 al año).5 Por lo tanto, deben asumir la responsabilidad de las complicaciones que su a menudo arrogante uso de una intervención quirúrgica continúa ocasionando. Proponer más cirugía como solución únicamente agravará el problema.

El descubrimiento más notable del estudio del New England Journal of Medicine -y que ha merecido escasa atención por parte de los medios - es el drástico incremento del riesgo de rotura al utilizar prostaglandinas en la inducción del parto. Aunque estudios anteriores habían relacionado las potentes hormonas sintéticas usadas en la inducción con un mayor riesgo de rotura, este estudio intentó aislar el uso de prostaglandinas como un factor de riesgo separado y lo expresó en términos de riesgo relativo con respecto a una segunda cesárea programada. La tasa de rotura entre mujeres inducidas con prostaglandinas fue 15 veces superior a la de mujeres que no se pusieron de parto. Si se compara con el riesgo de rotura en mujeres que iniciaron el parto espontáneamente, la tasa de rotura de las inducidas con prostaglandinas fue casi 5 veces superior. Esto debería hacer al personal sanitario y a las mujeres embarazadas detenerse antes de considerar la inducción del parto tras una cesárea, lo que es alarmantemente común hoy en día. Es muy pronto para descartar completamente la inducción en un PVDC, y de todas maneras, la evaluación individualizada de los riesgos puede dictar situaciones en las que incluso los riesgos incrementados de una inducción con prostaglandinas sean superados por los beneficios de un parto vaginal.

La rotura uterina es una complicación seria y que pone en peligro la vida tanto de la madre como del feto. Como Michael F. Greene ha observado en su editorial, Lydon-Rochelle et al. han encontrado que cuando sucede una rotura uterina, las posibilidades de morir del bebé son del 5,5%. Las posibilidades de muerte del bebé en ausencia de rotura son de 0,5%. Greene afirma que se incrementa en 10 veces el riesgo de muerte para el feto, lo que es una grave tergiversación de los hechos. En las 91 roturas uterinas registradas en el estudio, hubo cinco muertes fetales. (Los autores no indican en cuáles de los grupos de estudio tuvieron lugar las muertes ya que las muestras serían demasiado pequeñas para inferir conclusiones válidas). Estas cinco muertes representan una tasa de mortalidad fetal del 5,5% en el subgrupo de mujeres que tuvieron una rotura uterina (n=91). Nótese que los datos no permiten a los investigadores concluir que las roturas necesariamente causaron las muertes, sino que simplemente éstas se asociaron a las roturas.

En el subgrupo sin rotura uterina (n=20.004) hubo 100 muertes fetales, es decir una tasa de mortalidad fetal del 0,5%. Aunque esto puede expresarse como un incremento de 10 veces en la tasa de muerte fetal para las roturas uterinas frente a los nacimientos sin rotura, sería como comparar peras con manzanas. La cuestión real para una mujer que se plantee un PVDC es "¿qué posibilidades tiene mi bebé de morir si intento un PVDC?". Desde esta perspectiva, el riesgo de muerte fetal entre las 13.115 mujeres que intentaron el PVDC fue del 0.038% (5 de 13.115). De esta manera, las posibilidades de muerte asociadas al PVDC fueron 12 veces menores que el riesgo de muerte del bebé por causas no relacionadas con la rotura uterina. Ningún nivel de intervención médica puede reducir la tasa de mortalidad fetal a cero, la muerte será siempre una parte del nacimiento. El uso del escasísimo riesgo de muerte del feto para convencer a más mujeres de someterse a intervenciones quirúrgicas innecesarias seguirá sin poder garantizar a los padres un bebé vivo.

Limitaciones y puntos débiles del estudio

Como ocurre con muchos otros, este estudio plantea muchas más cuestiones de las que resuelve. Debido a las limitaciones del método de recogida de datos, los investigadores no fueron capaces de determinar la incidencia y los posibles efectos de otras intervenciones obstétricas dentro de los grupos de estudio. Es razonable asumir que a un número significativo de mujeres que se pusieron de parto espontáneamente les ha sido administrada oxitocina durante el trabajo de parto, aunque este hecho que potencialmente podría distorsionar los datos no ha podido ser examinado. Al menos un estudio ha encontrado un incremento en el riesgo de rotura entre mujeres que recibieron oxitocina durante el parto.6 Aunque el incremento encontrado no es estadísticamente significativo, los autores de dicho trabajo recomiendan proceder con precaución al administrar oxitocina en un PVDC. Hasta la fecha, ningún estudio de envergadura significativa ha determinado el riesgo de rotura uterina en mujeres que se pusieron de parto por sí mismas y en cuyo trabajo de parto no se administró oxitocina ni tuvo lugar ninguna otra intervención obstétrica. Este es un fallo grave por parte de los investigadores para determinar el riesgo "real" de rotura tras una cesárea previa y es quizá la cuestión que Lydon-Rochelle et al. deberían haber considerado.

Otra limitación en la metodología del estudio está relacionada con los códigos usados para determinar la incidencia de rotura uterina. De acuerdo con los autores, "Se consideró que había habido rotura uterina si en el formulario de alta hospitalaria constaban los códigos de diagnosis ICD-9-CM 665.0 o 665.1". La fiabilidad de este método es cuestionable a raíz de otros descubrimientos sobre el uso de los códigos ICD-9-CM. DeJoy et el. advirtieron contra el uso de datos dependientes de los códigos ICD-9-CM para estimar la rotura uterina tras revisar cinco años de datos en Massachussets, ya que encontraron que "aproximadamente el 50% de los códigos ICD-9-CM asignados representaban casos de cualquier grado de rotura uterina o dehiscencia preoperativa de heridas del útero."7 Una dehiscencia, o la separación parcial o adelgazamiento de la cicatriz del útero, no tiene el mismo riesgo para la madre o el feto que la mucho menos frecuente rotura completa.

La posible inclusión de dehiscencias en las tasas de rotura podría tener serios efectos sobre los resultados de este estudio. Los autores afirman que como los dos códigos ICD-9-CM se aplican a mujeres que tienen niveles significativos de secuelas negativas, se puede asumir que las roturas codificadas no fueron benignas. Si bien esto puede ser un método un tanto efectivo para controlar diagnósticos mal codificados, puede darse también el caso de que las serias complicaciones reflejadas en el alta fueran causadas por la cesárea de emergencia u otros sucesos, más que por la rotura. No hay forma de determinar esto sin un examen de las tablas de datos, examen del que el estudio carece; la revisión del pequeño número de casos (91) que se asume que incluyen rotura uterina respondería la cuestión de si los datos son fiables.

Una revisión efectuada en todo el estado de Massachussets de la validez y fiabilidad de los códigos ICD-9-CM, publicada en el Morbidity and Mortality Weekly Report el 31 de marzo de 2000, concluye que los resultados de la investigación "indican que los códigos ICD-9-CM relacionados con rotura uterina que fueron asignados antes de el aumento de preocupación sobre este tema, carecen de especificidad para la vigilancia de la rotura uterina y no han sido aplicados coherentemente a lo largo del tiempo".8 En la comparación con los registros hospitalarios se encontró que sólo el 50,7% de casos de rotura uterina codificados como ICD-9-CM 665.0 y 665.1 eran realmente roturas. Además, el estudio de Massachussets incluyó el uso de un código que no había sido utilizado por los investigadores del estado de Washington, el 674.1, "disrupción de la herida de la cesárea", que incluye "dehiscencia o disrupción de la herida uterina". Se determinó que el 28,6% de los casos codificados como 674.1 eran auténticas roturas uterinas. Asumiendo un nivel de error similar en los datos del Estado de Washington, Lydon-Rochelle et al. habrían perdido un gran número de roturas que habían sido codificadas incorrectamente como 674.1, no incluyéndolas en su estudio. Esto significa que la rotura uterina está potencialmente infravalorada en sus resultados. Aunque los resultados del estudio de Massachussets no pueden aplicarse de manera directa a los datos de Washington, sus conclusiones sí que deben ser consideradas para determinar si se permite que estos descubrimientos influencien la práctica clínica o las recomendaciones específicas sobre los PVDC.

El estudio de Massachussets también advierte que los códigos 665.0 ("rotura del útero antes del inicio del trabajo de parto") y 665.1 ("rotura del útero durante el trabajo de parto", o bien "rotura del útero sin más especificaciones"), están incluidos dentro de la amplia categoría de tres dígitos 665, "otras lesiones obstétricas", que también incluye el "daño por instrumentos". Además, el sistema ICD-9-CM indica a los codificadores que utilicen el 665.1 para la "laceración del útero, lesión obstétrica no clasificable en otro lugar", una complicación accidental frecuente que sucede durante la salida del feto a través de la incisión del útero8. De este modo, un porcentaje de casos codificados como 665.1 podría no representar roturas uterinas durante el trabajo de parto, sino el alargamiento de la incisión en el útero durante la cesárea u otros daños derivados de la propia cirugía.

Otra limitación de este estudio merece discusión. El único entorno de nacimiento examinado por los investigadores fue el ambiente hospitalario. Los datos de los nacimientos en casa tras una cesárea no se incluyeron en este estudio; de hecho, el parto en casa tras una cesárea no ha sido incluido en ninguna publicación sobre el PVDC hasta la fecha. La recomendación de intentar el PVDC sólo en un entorno hospitalario está extendido entre la comunidad obstétrica, como queda evidenciado en el boletín práctico para PVDC del ACOG.3 Uno de los autores del estudio de Washington, el médico Thomas Easterling, es citado en la prensa; "Aquellas que intenten el parto deben hacerlo en un hospital, donde rápidamente se puede hacer una cesárea en caso de que fuera necesario."9 No ofrece bases empíricas para esta propuesta. Las recomendaciones del ACOG no se basan, como ellos mismos admiten, en evidencias científicas, sino en "el consenso y la opinión de los expertos" -el consenso de los médicos cuyos sustentos dependen de que las mujeres vayan a los hospitales a dar a luz. No es sorprendente que la mayoría de los obstetras no recomienden el parto en casa. La gran mayoría de ellos no tiene experiencia en este tipo de nacimientos, ni quiere tenerla.

El editorial de Greene nos remite a un metaanálisis de los riesgos asociados al PVDC versus ERCS, y afirma, "Esta estimación de riesgos refleja una gran experiencia en un amplio rango de entornos de práctica clínica". Olvida mencionar que este rango de entornos no es tan amplio ya que no incluye el hogar u otros entornos no hospitalarios. En comparación con un parto doméstico o en una casa de partos, en el parto hospitalario tiene lugar una mayor morbilidad y mortalidad para las mujeres y los bebés en todos los niveles de riesgo.10-24 No es de recibo asumir, sin investigación al respecto, que no se puede aplicar esta afirmación al PVDC. La recomendación de un PVDC hospitalario no puede considerarse válida sin una comparación de los riesgos y beneficios del parto en casa después de una cesárea. Dado que algunos de los catastróficos resultados de rotura uterina citados en la bibliografía médica y en la prensa han involucrado el desconocimiento del personal hospitalario de signos de rotura inminente y el descartar el dolor de las madres o la sensación instintiva de que "algo no va bien", no es evidente que el estar de parto en un hospital necesariamente disminuya el riesgo de rotura o garantice un resultado positivo para el neonato en caso de rotura. Por el contrario, Lydon-Rochelle et al. demuestran que el dar a luz en el hospital incrementa drásticamente el riesgo de rotura cuando se utilizan agentes de inducción, circunstancia que raramente sucede en los nacimientos en casa.

Este estudio se aleja así de la condición de declaración de mayor autoridad sobre el riesgo de rotura uterina que le había sido atribuida. Futuras investigaciones probablemente confirmarán las noticias que llegan constantemente desde hace más de dos décadas: que el PVDC en la ausencia de una tosca intervención médica es una proposición muy segura.

Los riesgos de la repetición de la cesárea

Otro gran punto flaco del estudio de Washington es la ausencia de una evaluación completa y un discusión de los riesgos de la cesárea programada.

Sin ninguna duda, la afirmación más alarmante hecha conjuntamente con este estudio es que la programación de una segunda cesárea ha sido probada como la opción más segura para el bebé. Esta indignante declaración ha sido erróneamente transmitida por los medios de comunicación como una conclusión empírica del propio estudio, confundiendo y preocupando innecesariamente a mujeres que planean un PVDC. Esta afirmación es en realidad la opinión del Dr. Greene, el autor del editorial en el New England Journal of Medicine, quien declara,

Tras una concienzuda discusión de los riesgos y beneficios que tiene intentar un PVDC, la paciente podría preguntar, "Pero doctor, ¿qué es lo más seguro para mi bebé?". Dados los descubrimientos de Lydon-Rochelle et al., mi respuesta inequívoca sería: hacer otra cesárea.2

Pero ninguna discusión sobre los pros y contras del PVDC puede ser considerada "concienzuda" sin una discusión adecuada de los pros y contras de la repetición de la cesárea, incluyendo morbilidad y mortalidad a corto y largo plazo para la madre y el feto. Esta información es frecuentemente omitida o minimizada cuando los médicos discuten el PVDC con sus pacientes, negando a las mujeres una parte del conocimiento necesario para tomar una decisión realmente informadas.

Dejando a un lado el tono patriarcal empleado por Greene para caracterizar a su hipotética paciente, en quien él aparentemente percibe la abdicación en favor del médico de su responsabilidad de valorar los riesgos y tomar su propia decisión, su opinión sobre la seguridad de la cesárea programada es infundada e irresponsable. Ciertamente no es una conclusión válida que se derive de los resultados del trabajo de Lydon-Rochelle et al. De modo similar, la declaración del Dr. Peter Schwartz, presidente del ACOG, de que "lo más seguro para el bebé es que a su madre le hagan una cesárea, y esto es indiscutible"27 ,muestra una alarmante falta de respeto hacia los riesgos reales de una cesárea.

En muchas de las pruebas de los riesgos de la cesárea se incluyen las cesáreas de emergencia, las cuales generalmente tienen una tasa mucho mayor de complicaciones. De todas maneras la cesárea, aunque sea programada, sigue siendo una operación de cirugía mayor y no merece la reputación de benignidad que muchos le atribuyen. La programación de una segunda cesárea tiene un mayor conjunto de riesgos relacionado con las complicaciones asociadas a la existencia de una cicatriz uterina anterior.

Riesgos para el bebé

"El Síndrome de Distress Respiratorio (RDS) del recién nacido es una complicación importante de la repetición de la cesárea programada".27 Este síndrome se ve en el 0,2-1,7% de bebés nacidos a término por cesárea programada;28,29,30,31,32 la incidencia es mayor entre neonatos de menos de 37 semanas de gestación. El RDS es una complicación seria que pone en peligro la vida del bebé, quien a menudo necesita pasar un tiempo en la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales (NICU), unos 11,2 días como media, y posiblemente ventilación mecánica y terapia medicamentosa.32 Conjuntamente con las tasas de taquipnea transitoria del recién nacido, una complicación menos grave que sin embargo es preocupante para los padres y además puede requerir el paso por la NICU, Morrison et al. encontraron que el riesgo de padecer una de las dos complicaciones era del 3,55% para bebés nacidos a las 37 semanas de gestación o más.29 Esto supone tres veces más riesgo que el calculado para bebés nacidos de cesáreas realizadas durante el parto, y siete veces más que para partos vaginales. Hales et al. encontraron una incidencia del 12,4% de morbilidad respiratoria en bebés a término nacidos por cesárea programada.30 En otro estudio, Levine et al. encontraron un riesgo del 0,37% de hipertensión pulmonar persistente (PPH) en bebés nacidos por cesárea programada, cinco veces más que en nacidos de partos vaginales.31

También se ha encontrado mayor incidencia de RDS entre recién nacidos pre-término. La prematuridad yatrogénica (causada por la práctica médica) es un riesgo conocido de la cesárea programada, normalmente relacionado con un fallo en los protocolos de determinación de edad gestacional antes del nacimientos o con errores en la estimación de las semanas de gestación a nivel del uso de datos clínicos.32,33 Aunque la mayoría de los estudios han examinado los riesgos para bebés muy prematuros, existen también riesgos significativos para bebés nacidos entre las semanas 32 a 36. Un reciente estudio de Kramer et al. demuestra que las tasas de muerte infantil (desde el nacimiento hasta un año de edad) se incrementan en tres veces en los EEUU (y 4,5 veces en Canadá) para bebés nacidos entre las semanas 34 y 36 de gestación, y seis veces más en EEUU y 15 en Canadá para bebés nacidos entre las semanas 32 a 36. Se han advertido incrementos sustanciales de muertes debidas a asfixia, infecciones, muerte súbita del lactante y causas externas.

Menos serio, si bien preocupante, es que los bebés nacidos por cesárea tienen un mayor riesgo de ser cortados por el cirujano durante la operación. La incidencia de heridas quirúrgicas es del 2% para todos los nacidos por cesárea, y del 6% para los que tenían presentación de nalgas.35 Los investigadores creen esto sucede en más ocasiones de las que se da parte, estando este riesgo infravalorado.

Riesgos para la madre

Casi nadie discutirá que las madres aún afrontan mayores riesgos en una cesárea programada que en un parto vaginal, aunque el abuso de intervenciones médicas como la extracción mediante fórceps o ventosa y la episiotomía puede hacer que pronto se acerquen. Las infecciones son la complicación más frecuente para la madre tras una cesárea y explican la sustancial morbilidad postnatal y la estancia prolongada en el hospital.36 Otros riesgos incluyen el de hemorragias masivas en el 7,3% de las cesáreas,37 transfusiones en el 6,4%,38 lesiones en los uréteres en el 0,03-0,1%,39 lesiones en el intestino en el 0,05%,40 y endometriosis incisional en el 0,1-1,0%.41,42 Esta lista no es de ningún modo exhaustiva.

En un estudio del año 2000 publicado en el Journal of the American Medical Association, Lydon-Rochelle et al.43 advierten que las mujeres que se someten a una cesárea tienen el doble de posibilidades que las mujeres que han dado a luz vaginalmente de ser rehospitalizadas por razones tales como una infección uterina (riesgo relativo -RR- de 2,0), problemas en la vesícula biliar (1,5 RR), infecciones del tracto urinario (1,5 RR), complicaciones en la incisión quirúrgica (30,0 RR), problemas cardiopulmonares (2,4 RR), tromboembolias (2,5 RR) y apendicitis (1,8 RR). Hacen notar en su discusión que la rehospitalización tiene un efecto negativo social y económico sobre la familia, un riesgo más de la cesárea. Varios estudios coinciden unánimemente en sus conclusiones que las mujeres a las que se les hizo una cesárea estuvieron menos satisfechas con su experiencia que las mujeres que tuvieron un parto vaginal.44,45,46,47 La cesárea programada también incrementa el riesgo de histerectomía tanto en el embarazo presente como en los futuros48,49 y el riesgo de morir se duplica, en comparación con el del parto vaginal.50

Aumento de las complicaciones en siguientes embarazos

Una cesárea previa incrementa drásticamente los riesgos de complicaciones severas, normalmente escasas, en siguientes embarazos. La incidencia de placenta previa, que es de un 0,25% en mujeres con el útero intacto, aumenta al 1,87% tras una cesárea.51 Existe un patrón dependiente del número de cesáreas; con una cesárea anterior, el riesgo de placenta previa se incrementa 4,5 veces, con dos cesáreas anteriores, el riesgo aumenta 7,4 veces, tras tres cesáreas, 6,5 veces. Con cuatro o más cesáreas, la posibilidad de tener placenta previa aumenta casi 45 veces con respecto a un útero intacto.52

Una placenta con inserción baja en el útero es más probable que conduzca a una placenta acreta. De acuerdo con un estudio de 1997 realizado por Miller et al.,53 la presencia de una cicatriz en el útero hace aumentar por sí sola el riesgo de placenta acreta desde el 0,01% que se observa en úteros intactos hasta el 0,25% observado cuando hubo al menos una cesárea. De nuevo, el número de cesáreas anteriores incrementa el riesgo de placenta acreta.54 Esta complicación puede producir hemorragias severas, que conducen a la extirpación del útero en un 50-82% de los casos.52,54 También puede llevar a la muerte de la mujer.

El desprendimiento de placenta está también significativamente incrementado en mujeres con una cesárea previa en comparación con mujeres que no han tenido cesáreas. La tasa de desprendimiento en Finlandia fue descrita por Hemminki et al. como de 0,17% en mujeres sin cesárea previa y de 0,49% en mujeres con una cicatriz previa.55 De acuerdo con el National Center for Health Statistics, la tasa de desprendimiento en los EEUU en el periodo 1989-90 fue del 0,6% de todos los nacimientos, sucediendo la muerte del bebé en el 10% de los casos. En 2001, Ananth et al. encontraron una tasa de desprendimiento de 0,65%, con una tasa de mortalidad perinatal de 11,5%. Aunque el 55% de estas muertes se debió a un nacimiento prematuro, la tasa de mortalidad para los bebés nacidos a término en el grupo con menor mortalidad fue todavía 25 veces superior en casos de desprendimiento.56 Compárese el riesgo de sufrir estas complicaciones con la tasa de rotura uterina en mujeres que intentan el PVDC encontrado por Lydon-Rochelle et al. (0,6%) y la tasa de muerte fetal asociada a la rotura (5%).

Aunque normalmente no ponen el peligro la vida, existen otras complicaciones a considerar para siguientes embarazos. Se ha descrito un aumento en la tasa de infertilidad secundaria tras una cesárea, así como tasas superiores de aborto y embarazo ectópico.55,58

Recomendaciones

¿Qué conclusiones pueden sacar las mujeres y el personal sanitario de este análisis del estudio del New England Journal of Medicine y de las opiniones contradictorias que se están exponiendo sobre la seguridad del PVDC?. Las mujeres que están pensando en un PVDC no deben cambiar sus planes sobre la base de un único estudio y desde luego no en base a las opiniones de Greene. Es importante discutir las opciones con la pareja y el personal sanitario para poder tomar decisiones bien fundadas que sean adecuadas para cada mujer.

La asociación International Cesarean Awareness Network animan a las mujeres a que se eduquen a sí mismas sobre todas las alternativas, como doulas, matronas, y parto en casa. Se pueden encontrar más sugerencias en la lista de ICAN, "Cosas que puedes hacer para evitar una cesárea innecesaria", en www.ican-online.org/info/white_papers/wp_uncs.htm
Dado el actual clima político sobre el PVDC, es crítico que las mujeres seleccionen a sus médicos o matronas con precaución. Deben encontrar un profesional cuya práctica se asemeje a la clásica de las matronas. Muchos profesionales atienden los deseos de una mujer de tener un PVDC para ganársela como clienta, y cambian de opinión a medida que se acerca el final del embarazo. Ser atendida por alguien que realmente cree en el nacimiento y en el PVDC es el principal factor a tener en cuenta para el éxito. Recuérdese, además, que nunca es demasiado tarde para cambiar de médico o bien el lugar elegido para dar a luz. Hay mujeres que se han marchado del hospital a mitad del parto y han cambiado de médico o de matrona incluso mientras ya estaban pujando.
Las pruebas de este u otros trabajos parecen suficientes para concluir que la inducción del parto incrementa el riesgo de rotura, aunque el riesgo sigue siendo bajo. De todas maneras, pueden darse casos en los que los potenciales beneficios de un parto vaginal compensen los riesgos de la inducción. Ya que la inducción interfiere con el proceso normal del parto y acarrea riesgos además de la rotura, sólo debería practicarse en hospitales equipados para atender rápidamente una emergencia obstétrica.

Implicaciones para el modelo médico

Uno podría preguntarse porqué este aparentemente incontrovertido estudio ha suscitado tanta atención en los medios y ha provocado tanto temor en el corto periodo transcurrido desde su publicación. La respuesta es que está siendo usado como el más novedoso arma en la guerra para controlar el acceso de las mujeres a distintas opciones de nacimiento, ofreciendo una poco convincente aunque manejable excusa para limitar la incidencia de una práctica que no les gusta a muchos médicos: el PVDC. Los médicos huyen despavoridos ante los riesgos del PVDC -no los mínimos riesgos que tiene para las madres y los bebés, sino los que tiene para ellos mismos.
El boletín práctico más reciente del ACOG cita los juicios como el factor principal para aproximarse al PVDC con más precaución. El ACOG existe para proteger y favorecer los intereses de sus cirujanos, con la salud de las mujeres y los niños como un objetivo importante, aunque secundario. Siendo el actual presidente del ACOG un reconocido defensor de programar una primera cesárea sin mediar indicación médica,59 resulta fácil de imaginar que el péndulo de la opinión obstétrica en los EEUU se está moviendo hacia una mayor medicalización de los nacimientos y más cesáreas innecesarias. De todas maneras, es difícil culpar a los médicos que trabajan solos por su renuencia a continuar atendiendo PVDC. Cuando uno está siendo atacado desde todos los frentes, la respuesta más prudente es cubrirse. De todas maneras los médicos tienen la responsabilidad de ser honestos y comunicativos con las mujeres sobre sus razones para negarse a atender PVDC, en lugar de transmitirles la falsa idea de que están recomendando repetir la cesárea por razones de seguridad.
El ACOG ha hecho efectivamente muy difícil, incluso imposible, para muchos médicos el continuar atendiendo a las mujeres que desean un PVDC recomendando que el PVDC tenga lugar sólo en hospitales con disponibilidad inmediata y permanente de médico, anestesista y quirófano. Muchos hospitales de todo el país están ahora negándose a permitir PVDC, y un número creciente de médicos ya no ofrecen el PVDC a las mujeres. Las mujeres de poblaciones pequeñas son especialmente vulnerables a perder el acceso a un PVDC en el hospital, ya que los administradores sopesan la rentabilidad y la exposición a una demanda por negligencia y optan por dejar que las madres y los bebés asuman todos los riesgos. Los médicos particulares, comunes en las zonas rurales de América, entendiblemente no pueden permitirse cancelar un día entero de visitas en el consultorio para poder estar inmediatamente disponibles durante toda la duración de un PVDC, incluso aunque quisieran. Otros médicos simplemente no están dispuestos a perder su tiempo al lado de la parturienta. Y si no están inmediatamente disponibles y sucede una rotura uterina, se verán envueltos casi con total seguridad en una acción legal. Las matronas, que no están cualificadas para la cirugía y por tanto deben tener un cirujano fiable y dispuesto que las respalde en el caso de una emergencia, pueden encontrar incluso más dificultades para apoyar a una mujer que desee un PVDC. La ironía es que las mujeres que quieren un PVDC obtienen pingües beneficios al elegir matronas con un modo "clásico" de cuidado prenatal y atención del parto, reduciendo sus riesgos de repetir la cesárea y otras complicaciones.
Quizá es hora de que los obstetras se liberen a sí mismos de la carga de los PVDC y de atender la mayoría de los partos, para los que sus habilidades con el bisturí no son necesarias. En los países con las menores tasas de cesáreas y de mortalidad infantil, los profesionales que atienden normalmente a las mujeres embarazadas son matronas.24 los estudios muestran que las matronas consiguen mejores resultados, con un menor uso de material sanitario y menor número de intervenciones, que los médicos. La atención de las matronas está aumentando de nuevo en los EEUU ya que un creciente número de mujeres han descubierto que no sólo pueden parir a sus hijos de modo seguro en compañía de una matrona, sino que también se benefician de un trato más personalizado y centrado en la mujer durante un momento crucial en sus vidas. El papel correcto de los obstetras es el de apoyo de las matronas.

De acuerdo con el médico Marsden Wagner, Tener a un cirujano obstétrico altamente cualificado para atender un parto normal es análogo a poner a un cirujano pediátrico a hacer de canguro de un niño de dos años. Las matronas utilizan un paradigma diferente, no se centran en una potencial anormalidad sino en la normalidad del embarazo. Para una matrona, un parto de nalgas es una variación de lo normal, para un médico es una condición patológica. Las tasas [de cesárea] son menores cuando la que atiende el nacimiento es una matrona en vez de un médico. Promover más [cesáreas] forma parte de una campaña para mantener a la profesión obstétrica en el control del cuidado maternal. Los médicos tienden a preferir la tecnología; como dijo un destacado obstetra canadiense: "La Naturaleza es una mala obstetra."60

Por fortuna para las madres y sus bebés, la naturaleza es también una excelente matrona. Mediante la revisión crítica de la información de los medios de comunicación y las opiniones generadas por estudios como el de Lydon-Rochelle et al., las mujeres pueden separar satisfactoriamente la parcialidad de una profesión que intenta mantener su cuasi-monopolio mediante la promoción de cirugía innecesaria, de prácticas bien fundadas que son el mejor respaldo de los nacimientos naturales, normales y seguros.

Por Jill MacCorckle
Publicado en Mothering nº 110, Enero/Febrero de 2002
Traducción de Cecilia Díaz Martínez

Jill MacCorkle, BA (Bachelor of Arts), ME-PD (Master of Education - Professional Development), es madre de Griffen Edgar (4 años), nacido por cesárea, y de Carlin Frances (15 meses), nacida en casa. Es la editora de The Clarion, la publicación de International Cesarean Awareness Network. Jill vive con su marido y sus hijos en París, Francia.

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Por Jill MacCorckle
Publicado en Mothering nº 110, Enero/Febrero de 2002
Traducción de Cecilia Díaz Martínez

Problemas respiratorios en recién nacidos por cesárea programada

From: María Dolores García Sanchez

Problemas respiratorios en recién nacidos por cesárea.

Según un estudio del Aarhus University Hospital (Dinamarca), publicado “British Medical Journal”, los niños nacidos por cesárea electiva tienen hasta cuatro veces más probabilidades de desarrollar problemas respiratorios que los nacidos por partos vaginales o cesáreas de emergencia.

Los investigadores analizaron información sobre 34.000 nacimientos y hallaron que los 2.687 niños nacidos por cesárea electiva tenían casi cuatro veces más probabilidades de problemas respiratorios si nacían en la semana 37, tres veces más posibilidades en la semana 38 y dos veces más posibilidades en la semana 39.

Por ejemplo, el 2,8% de los niños nacidos por parto vaginal deseado (que incluye tanto el parto vaginal como la cesárea de emergencia) a las 37 semanas de gestación experimentó problemas respiratorios generales, en comparación con el 10% de los nacidos por cesárea electiva.

A las 38 semanas, los índices fueron de 1,7% en comparación con 5,1% y, a las 39, de 1,1% en comparación con 2,1%.

Las razones por las que la cesárea electiva aumenta el riesgo de problemas respiratorios no son claras. Los autores del estudio sugirieron que ciertos cambios fisiológicos y hormonales relacionados con el parto son necesarios para que los pulmones de niños maduren. Estos cambios podrían no ocurrirle a los niños nacidos por cesárea.

Los investigadores anotaron que posponer la cesárea electiva hasta las 39 semanas de gestación podría reducir sustancialmente el riesgo de problemas respiratorios en los niños.

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British Medical Journal 2007; don:10.1136/bmj.39405.539282.BE
BMJ, doi:10.1136/bmj.39405.539282.BE (published 11 December 2007)


Research
Risk of respiratory morbidity in term infants delivered by elective caesarean section: cohort study
Anne Kirkeby Hansen, research fellow1, Kirsten Wisborg, staff specialist2, Niels Uldbjerg, professor3, Tine Brink Henriksen, associate professor2

1 Perinatal Epidemiology Research Unit, Aarhus University Hospital, Brendstrupgaardsvej 100, Skejby, 8200 Aarhus N, Denmark, 2 Department of Paediatrics, Aarhus University Hospital, 3 Department of Obstetrics and Gynaecology, Aarhus University Hospital

Correspondence to: A K Hansen AKH@svf.au.dk

Objective To investigate the association between elective caesarean sections and neonatal respiratory morbidity and the importance of timing of elective caesarean sections.

Design Cohort study with prospectively collected data from the Aarhus birth cohort, Denmark.

Setting Obstetric department and neonatal department of a university hospital in Denmark.

Participants All liveborn babies without malformations, with gestational ages between 37 and 41 weeks, and delivered between 1 January 1998 and 31 December 2006 (34 458 babies).

Main outcome measures Respiratory morbidity (transitory tachypnoea of the newborn, respiratory distress syndrome, persistent pulmonary hypertension of the newborn) and serious respiratory morbidity (oxygen therapy for more than two days, nasal continuous positive airway pressure, or need for mechanical ventilation).

Results 2687 infants were delivered by elective caesarean section. Compared with newborns intended for vaginal delivery, an increased risk of respiratory morbidity was found for infants delivered by elective caesarean section at 37 weeks’ gestation (odds ratio 3.9, 95% confidence interval 2.4 to 6.5), 38 weeks’ gestation (3.0, 2.1 to 4.3), and 39 weeks’ gestation (1.9, 1.2 to 3.0). The increased risks of serious respiratory morbidity showed the same pattern but with higher odds ratios: a fivefold increase was found at 37 weeks (5.0, 1.6 to16.0). These results remained essentially unchanged after exclusion of pregnancies complicated by diabetes, pre-eclampsia, and intrauterine growth retardation, or by breech presentation.

Conclusion Compared with newborns delivered vaginally or by emergency caesarean sections, those delivered by elective caesarean section around term have an increased risk of overall and serious respiratory morbidity. The relative risk increased with decreasing gestational age.

Deliveries by caesarean section continue to increase in both developed and developing countries. Rates as high as 50% have been reported in some regions of Latin America.1

Caesarean section used to be carried out primarily because of obstetric complications or serious maternal illness. Lately many other factors, such as reduced risk to the mother as a result of improved anaesthetic procedures and surgical techniques, elective caesarean section because of breech presentation, or previous caesarean section may have contributed to changes in obstetric practice and patient choice.234 Thus increased rates of elective caesarean section without any obvious or generally accepted medical or obstetric indication have been reported to contribute further to the increasing rate of elective caesarean sections.5678 If no medical indication is present evidence based information about risks and benefits for mothers as well as newborns becomes all the more important for adequate counselling.9

Previous studies have shown elective caesarean section to be associated with an increased risk of respiratory morbidity in neonates,10 although methodological shortcomings and differences between studies make it difficult to evaluate properly the causality and magnitude of the association.

It is plausible that hormonal and physiological changes associated with labour are necessary for lung maturation in neonates and that these changes may not occur in infants delivered by elective caesarean sections.111213141516 Gestational age at the time of elective caesarean section may also be important for respiratory morbidity in neonates.17 18

We evaluated the association between elective caesarean section and neonatal respiratory morbidity in a large cohort of women with high and low risk pregnancies. We also separately analysed the effect of gestational age at the time of elective caesarean section.

Since September 1989 all women scheduled for delivery at Aarhus University Hospital, Denmark have been invited to participate in the Aarhus birth cohort study.19 Information has been collected on about 80 000 pregnancies and deliveries so far. Women attending routine antenatal care at our department were asked to self complete a questionnaire early in the second trimester. This questionnaire contains information on medical and obstetric history, smoking, alcohol intake, marital status, educational level, and occupational status. Information about the course of delivery and the state of newborns was collected immediately after delivery by the midwife, using structured birth registration forms. Before data entry the midwives validated the birth registration forms by comparing them with the medical records using a specific and extensive coding manual. Information about neonatal morbidity has been obtained since 1997 from routine discharge registration forms and a structured coding sheet completed by neonatologists. The neonatal department is tertiary and none of the neonates with respiratory illness were transferred to other hospitals.

Study population
Between January 1998 and December 2006 our department delivered 41 095 live singletons. We included in our analyses all liveborn singletons without congenital malformations of gestational ages 37 to 41 completed weeks, delivered between 1 January 1998 and 31 December 2006 (34 458 pregnancies). This period was chosen because information about neonatal morbidity was not complete before 1998. A subgroup (32 580 pregnancies) was constructed to analyse the outcome of low risk pregnancies only. We therefore excluded all pregnancies associated with intrauterine growth retardation (n=378), diabetes (gestational or overt; n=624), and pre-eclampsia or hypertension (n=959). We defined intrauterine growth retardation as birth weight less than 2500 g in infants born after 36 completed weeks of gestation.

Deliveries were categorised as vaginal, elective caesarean section, emergency caesarean section, and vacuum or forceps. We categorised caesarean sections after start of labour or rupture of the membranes as emergency caesarean sections. Labour was defined as regular uterine contractions with progression of cervical dilation. For our final analyses we categorised deliveries into two groups: elective caesarean section and intended vaginal delivery—that is, all vaginal deliveries and emergency caesarean sections. We measured gestational age in completed weeks on the basis of information reported to the Danish national patient registry.

We considered information only related to newborn admissions to hospital immediately after delivery. The diagnosis of neonatal respiratory morbidity was established from discharge forms on the basis of the following codes from the international classification of diseases, 10th revision: any respiratory distress (DP220, DP228, DP229; n=303), transient tachypnoea of the newborn (DP221; n=289), and persistent pulmonary hypertension of the newborn (DP293; n=36). The diagnoses were reported by senior specialists in neonatology. We defined serious respiratory morbidity as that requiring treatment for three or more days with continuous oxygen supplementation, nasal continuous positive airway pressure, or any period of mechanical ventilation (n=64).

We repeated analyses after exclusion of newborns with meconium aspiration syndrome (DP240; n=93), sepsis (DP369, DP360, DP399, DP362, DA419; n=453), or pneumonia (DP239, DJ189, DJ181; n=3) because these conditions may cause respiratory symptoms unrelated to delayed transition from fetus to newborn but are associated with intended vaginal delivery.

We carried out bivariate analyses to compare the risk of respiratory morbidity in babies delivered by elective caesarean section with the risk after intended vaginal delivery within each gestational week. For final analysis we compared the risk of respiratory morbidity after elective caesarean section in each gestational week with the risk after intended vaginal delivery at 40 weeks—that is, an adapted intention to treat analysis. This week was chosen as the reference because it had the highest proportion of deliveries among women with intended vaginal delivery (n=11 007, 35% of all intended vaginal deliveries).

We present the association between mode of delivery and respiratory morbidity as odds ratios with 95% confidence intervals. To evaluate effect modification by gestational age we used stratified analyses. We used logistic regression analyses to evaluate potential confounding variables (maternal smoking and alcohol intake during pregnancy, parity, maternal prepregnancy body mass index, maternal age, marital status, and years of schooling). Adjusted odds ratios are also presented for respiratory morbidity but not for serious respiratory morbidity owing to the small number of observations.

Overall, 2687 liveborn singletons (7.8%) were delivered by elective caesarean section at Aarhus University Hospital between 1 January 1998 and 31 December 2006, leaving 31 771 women (92.2%) with intended vaginal delivery of which 2877 delivered by emergency caesarean section. Table 1 shows respiratory morbidity in relation to elective caesarean section and maternal characteristics. The frequency of respiratory morbidity was 1.8% (n=604), with 0.2% (n=64) having serious respiratory morbidity. In the low risk population the corresponding frequencies were 1.7% (n=556) and 0.2% (n=57).

Table 1 Neonatal respiratory morbidity in relation to elective caesarean section and maternal characteristics of 34 458 pregnant women attending Aarhus University Hospital, Denmark, 1998-2006

Respiratory morbidity
Compared with infants delivered by women intended to have a vaginal delivery, those delivered by elective caesarean section had an increased risk of respiratory morbidity at any gestational age before 40 weeks. A nearly fourfold increased risk was found at 37 weeks’ gestation (odds ratio 3.9, 95% confidence interval 2.4 to 6.5) and a threefold increase in risk at 38 weeks’ gestation (3.0, 2.1 to 4.3), whereas the risk was doubled in infants delivered at 39 weeks’ gestation (1.9, 1.2 to 3.0; table 2).

Table 2 Odds ratios (95% confidence intervals) of neonatal respiratory morbidity after elective caesarean section and intended vaginal delivery for 34 458 pregnancies at Aarhus University Hospital, Denmark, 1998-2006

Adjustment for potential confounding variables failed to change considerably the risk estimates (table 2). Bivariate analyses were repeated for low risk pregnancies, which resulted in slightly higher risk estimates (table 2).

Exclusion of newborns with meconium aspiration syndrome, sepsis, or pneumonia resulted in an increased risk in infants delivered by elective caesarean section regardless of gestational age, and the results tended towards slightly higher risk estimates (table 3).

Table 3 Odds ratios (95% confidence intervals) of neonatal respiratory morbidity after elective caesarean section and intended vaginal delivery for 34 458 pregnancies at Aarhus University Hospital, Denmark, 1998-2006

The risk of respiratory morbidity after elective caesarean section in each gestational week was compared with the risk after intended vaginal delivery at 40 weeks’ gestation (table 4). A significantly increased risk was found for infants delivered by elective caesarean section at 37 and 38 weeks’ gestation. Delivery by elective caesarean section at 39 weeks’ gestation still showed an increased risk of respiratory morbidity when compared with intended vaginal delivery at 40 weeks’ gestation, despite no longer being statistically significant.

Table 4 Odds ratios (95% confidence intervals) of respiratory morbidity after elective caesarean section compared with intended vaginal delivery at 40 weeks’ gestation in 34 458 pregnancies at Aarhus University Hospital, Denmark, 1998-2006

Serious respiratory morbidity
The risk of serious respiratory morbidity was increased in babies delivered by elective caesarean section in each of the gestational weeks 37 to 39 compared with babies delivered during the same weeks after intended vaginal delivery (table 2). The relative risk increased with decreasing gestational age but the risk estimates were all higher than those for respiratory morbidity in general, with a fivefold increase for infants delivered at 37 weeks’ gestation, a fourfold increase for infants delivered at 38 weeks, and a more than twofold increase for infants delivered at 39 weeks, although the increased risk at 39 weeks was not statistically significant.

Analyses after restriction to low risk pregnancies showed slightly smaller relative risk estimates at 37 weeks’ gestation but essentially unchanged estimates at 38 and 39 weeks (table 2).

Exclusion of babies with meconium aspiration syndrome, sepsis, or pneumonia resulted in higher relative risk estimates for babies delivered at 37 and 38 weeks’ gestation (table 3).

When the risk of serious respiratory morbidity after elective caesarean section at different gestational ages was compared with the risk after intended vaginal delivery at 40 weeks’ gestation, a high increased risk of serious respiratory morbidity was found for newborns delivered by elective caesarean section at 37 weeks’ gestation (13.6, 5.1 to 36; table 4). The risk remained increased at 38 and 39 weeks’ gestation. The increased risk at 39 weeks was not, however, statistically significant.

The risk of neonatal respiratory morbidity after elective caesarean section in singletons born at Aarhus University Hospital, Denmark, between 1 January 1998 and 31 December 2006 was twice to four times that after intended vaginal delivery within each gestational week from 37 to 39 weeks. When the risk of respiratory morbidity after elective caesarean section in each gestational week was compared with the risk after intended vaginal delivery at 40 weeks’ gestation, the relative risk decreased from seven times higher at 37 weeks to three times higher at 38 weeks, whereas the relative risk at 39 weeks was no longer statistically significant.

Even among term deliveries we found a major modification of the association between elective caesarean section and respiratory morbidity by gestational age, with the earlier elective caesarean sections associated more with respiratory morbidity than the later caesarean sections. This was found even when comparing with babies intended for vaginal delivery during the same gestational week, which for the earlier deliveries at term is not the most likely alternative because most spontaneous vaginal deliveries take place at 40 weeks or later.

Comparison with other studies
A previous large cohort study aimed to establish whether timing of delivery by elective caesarean section between 37 and 42 weeks’ gestation influenced respiratory morbidity in neonates.17 Elective caesarean section at different gestational ages was compared with vaginal deliveries at 40 weeks’ gestation without taking into account the intended vaginal deliveries that resulted in emergency caesarean sections. Exclusion of emergency caesarean sections from the comparison group could have resulted in an overestimation of the effect of elective caesarean section because of the exclusion of sick newborns. This is in keeping with higher risks estimated by the authors, who found a frequency of respiratory morbidity of 5.2 per 1000 infants in their comparison group, whereas the frequency in our comparison group was as high as 16 per 1000 infants. We analysed our data in an adapted intention to treat manner—that is, we included emergency caesarean sections in the comparison group—which gave odds ratios lower than the ones in the large cohort study.17

All other studies on this subject failed to take gestational age into consideration or handled it as a potential confounder. They also reported one risk estimate for respiratory morbidity in term infants, regardless of the potentially large modification of the effect from gestational ages 37 to 40 weeks.10

Strengths and weaknesses of the study
Data in our study were collected prospectively. Information on type of delivery was validated by research midwives before data entry, and information on respiratory morbidity was provided by neonatologists. Variation may exist in the use of the international classification of diseases, 10th revision, codes for respiratory morbidity (transient tachypnoea of the newborn, respiratory distress syndrome, and persistent pulmonary hypertension of the newborn). This could influence the results if separate analyses for subgroups of respiratory morbidity were carried out, especially because some of the subgroups would be of limited size. By analysing respiratory morbidity as one unit we sought to avoid this possible imprecision. We also repeated the analyses by looking at intervention categories (ventilatory support, need of oxygen, and nasal continuous positive airway pressure) rather than diagnostic categories. These analyses corroborated our initial findings of an increased risk of significant respiratory morbidity that increased with decreasing gestational age around term. To test potential effects of confounding by indication we repeated all analyses for the group of low risk pregnancies but found no influence on the estimated risk of respiratory morbidity.

Information about elective caesarean sections as a result of patient choice (maternal request) was available for the later part of our study period (2002-6). During this period 788 women had a caesarean section by patient choice. Repeated analyses of these showed risk estimates similar to those calculated for our low risk population. Because of the small numbers involved, the confidence intervals derived from 37, 40, and 41 weeks’ gestation were wide although the estimates were not statistically different from those presented (data not shown).

Several other relatively rare conditions might influence the risk of neonatal respiratory morbidity. We therefore repeated our analyses after exclusion of infants born to women given steroids during pregnancy (n=383) or selective serotonin reuptake inhibitors during pregnancy (n=244). Our risk estimates did not change. Exclusion of babies in breech presentation (n=1325) also failed to change our estimates (data not shown).

In a proper intention to treat analysis women who were originally scheduled for elective caesarean section but had emergency caesarean sections (categorised as intended vaginal delivery in our analyses) should have been categorised as elective caesarean sections. We repeated our analyses after recategorising these women and found no significant change in the risk estimates (data not shown).

Meaning of the study
Even when elective caesarean section was carried out at 39 completed weeks of gestation an increased risk of respiratory morbidity remained evident in our study, as is the case in a few other studies.17 Lack of hormones associated with labour could explain this association. During spontaneous labour there is a decrease in secretion of fetal lung liquid and an increase in its absorption and the release of surfactant is stimulated. This may be mediated by a raised level of catecholamines in the fetus in response to rupture of membranes and labour.11121314 When caesarean sections are carried out before labour this catecholamine surge is absent. Studies have shown significantly lower levels of catecholamines and changes in lung function in term babies delivered by elective caesarean section compared with babies delivered vaginally.15 16 18

Some have suggested that giving corticosteroids during the antenatal period to women who deliver by elective caesarean section might reduce neonatal respiratory morbidity. This was tested in a randomised controlled trial, which showed that betamethasone given during the antenatal period reduced neonatal respiratory morbidly as did delaying delivery until 39 weeks’ gestation.20 The long term safety of antenatal steroid administration is, however, still being debated.21

Implications
Our results support the notion that the risk of overall and serious respiratory morbidity is increased in newborns delivered by elective caesarean section. Our results also suggest that a significant reduction in neonatal respiratory morbidity may occur if elective caesarean section is postponed to 39 weeks’ gestation. Carrying out elective caesarean sections at greater gestational ages may, however, result in higher rates of intrapartum caesarean sections because some women would go into spontaneous labour (in our population 25% of spontaneous intended vaginal deliveries started before 39 weeks’ gestation). Compared with elective caesarean sections, intrapartum caesarean sections may carry an increased risk of complications such as uterine rupture in women with previous caesarean section, infections, or even maternal mortality.22 In contrast the influence of labour or rupture of membranes before caesarean section may be beneficial to newborns.23 24

Only observational studies have attempted to evaluate the risks and benefits of elective caesarean section for pregnant women and newborns.10 More evidence based information on the effect of timing and caesarean section in labour could be obtained from randomised controlled trials, which would have to have large populations.

Conclusion
This study suggests that elective caesarean section compared with intended vaginal delivery leads to a twofold to fourfold increased risk of overall neonatal respiratory morbidity and even higher relative risks of serious respiratory morbidity in term newborns. Our results also suggest that a significant reduction in neonatal respiratory morbidity may be obtained if elective caesarean section is postponed to 39 weeks’ gestation. This information should be taken into consideration by women contemplating an elective caesarean section and by the obstetricians counselling them.




What is already known on this topic

Elective caesarean section has been associated with increased risk of neonatal respiratory morbidity

This has been attributed to "iatrogenic prematurity" or lack of physiological changes related to labour

What this study adds


Babies delivered by elective caesarean section at 37 to 39 weeks’ gestation are at twofold to fourfold increased risk of respiratory morbidity compared with babies delivered by intended vaginal delivery

A reduction in neonatal respiratory morbidity may be obtained if elective caesarean section is postponed until 39 completed weeks of gestation


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Contributors: AKH conceived and designed the study, analysed and interpreted the data, and drafted the article. She is guarantor. KW and NU interpreted the data and revised the article. TBH conceived and designed the study, interpreted the data, and revised the article. All authors approved the final version.

Funding: This study was supported by the Clinical Institute, Aarhus University, the Research Initiative, Aarhus University Hospital, and Aase and Einer Danielsens Fund.

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(Accepted 4 November 2007)